26 de febrero de 2011

La comida de la perra

Distrito Castro, San Francisco, 14:00 horas, marisquería de la calle Market.  La Señora acompañada de su perra muy elegantemente vestidas,  se acercan a la terraza del restaurante y la Señora hace señas al camarero de que quiere comer.  El camarero se acerca y las dirige a su mesa, intuye e intuye bien que debe de retirar la silla para la Señora primero.  La Señora se sienta y cuando el camarero se dispone a retirar la silla para la perra, la Señora levanta la mano y le dice... “no será necesario, tráigame la carta”.  El camarero se retira confundido y la Señora mira a la perra y le dice… “qué esperas para ponerte en tu lugar”.  La perra baja la cabeza roja de vergüenza y musita un “Si Señora”.  Retira la silla, se arrodilla y se mete debajo de la mesa a cuatro patas hasta que llega a donde está la Señora sentada.  “Espera instrucciones perra”, esta espera mientras escucha los murmullos provenientes de las mesas contiguas, aún en el barrio más liberal de San Francisco hay tabúes.

El camarero regresa con la carta y no da crédito a lo que ven sus ojos. Hace como que no lo está viendo y luego de entregarle la carta a la Señora y esta le dijera que estaba lista, se dirige a la Señora para tomar su pedido. “Quiero el plato de langostinos a  la plancha y una copa de vino blanco” dice la Señora mirando fijamente al camarero que poco más y se pone a cuatro patas también con tan solo mirarla.  ¿Y para la señorita debajo de la mesa?  Dice el camarero nervioso y excitado.  La Señorita debajo de la mesa ya tiene su plato en frente, contesta la Señora divertida.  El camarero nota el pequeño bulto que se le va haciendo en el pantalón y piensa, “¿a mi qué me pasa? ¡Si soy gay!”

La Señora disfruta de su copa de vino con gusto y la perra suda debajo de la mesa.  La Señora intercambia miradas con algunos de los comensales, y todos la miran con intriga y alguno hasta con miedo.  Sólo hay uno que la mira con la misma intensidad que ella, esto le causa curiosidad a la Señora, pero no lo demuestra, nunca le dará a nadie el gusto de creerse importante sólo porque despierta su curiosidad. 

El camarero regresa a la mesa con un humeante plato de langostinos y lo pone delante de Ella.  “Buen provecho Señora” El camarero de buena gana sería su sumiso también, habría que estudiarlo, pensó la Señora… La Señora abre las piernas y le ordena a la perra, “ya puedes comenzar a comer” La perra comienza a comerle el coño a su Señora mientras  la Señora tranquilamente se dedica a pelar langostinos.  El hombre interesante de la mesa del fondo observa cada uno de los gestos de la Señora, la Señora lo nota y sigue como si nada.  Es claro que se ha desatado una lucha de poder mental entre ellos, el no sabe que va a perder. A la Señora le llega su primer orgasmo, calmadamente toma un sorbo de vino y dice a la perra, “muy bien, limpia mis jugos y sigue comiendo”. Los orgasmos se fueron suscitando uno tras del otro con mayor intensidad y rapidez.  Cuando la Señora decidió que había sido suficiente, le dijo que parara y esperara.  Al momento la Señora tomó un langostino pelado con el tenedor y lo metió debajo de la mesa, “come langostinos perrita, los he pelado para ti” La perra se le salió una lagrima de felicidad, no por que estuviese hambrienta, sino porque su Señora se había tomado la molestia de llevarla a comer y pelarle los langostinos. Se comió el langostino y todos los que la Señora le dio hasta acabárselos.  El hombre de la mesa del fondo miraba divertido. 

“Sal de debajo de la mesa perra” ordenó la Señora con tono cariñoso.  Esta salió de debajo de la mesa con la cara toda manchada de los jugos de la Señora.  “Ve al lavabo y lávate la cara que te he dejado hecha un asco” La perra se dirigió al lavabo con la cabeza baja, humillada, todos allí sabían que era nada más que una vulgar perra aunque llevara un traje de Chanel. La perra va al lavabo y vuelve con su cabeza baja y se queda de pié delante de la mesa.  “Camarero, retire la silla de la señorita” ordena la Señora. “Y tu, ¿no estás orgullosa de ser útil a tu Señora?” “Si mi Señora, mucho” contesta la perra. “Entonces levanta la cabeza y exhibe tu sumisión con orgullo, porque yo estoy orgullosa de tener una perra como tu, que me es útil, y además tod@s la desean” Esas palabras levantaron el ánimo de la perra y se sintió mejor, es que era la primera vez que su Señora la exponía en público.  “Tráiganos la carta de los postres y retire todo esto, ordenó la Señora al camarero.  Este rápidamente cumplió sus órdenes y la Señora y la perra terminaron su comida con un delicioso postre de chocolate y sendos cafés con leche.  El hombre interesante se levantó de su mesa, se acercó a la de ellas y puso una tarjeta al lado de la Señora.  “Estoy interesado en vuestra historia, llámeme por favor” La Señora ni siquiera le miró y dijo… ”Ya veremos”

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